miércoles, 30 de enero de 2013

Día de la paz


UNA LEYENDA PARA LA ESPERANZA



Las grullas de origami (papiroflexia) se hicieron famosas a nivel mundial con la historia de la niña Sadako Sasaki, víctima de la bomba atómica de Hiroshima durante la II Guerra Mundial. Superviviente de la explosión, a los nueve años cayó enferma de leucemia. Una amiga le recordó la tradición de los origamis y se propuso completar las mil para pedir como deseo la curación de los afectados y la paz. Pero Sadako no lo consiguió y falleció. Sin embargo, había nacido un símbolo para todos. Sus compañeros de clase completaron las figuras de papel que faltaban y años después Hiroshima levantó un monumento en su recuerdo en el Parque de la Paz, epicentro de la explosión y donde aún un edificio en ruinas recuerda aquella tragedia. Su emotiva historia rápidamente se hizo famosa en Japón y occidente.


LEYENDA DE LAS MIL GRULLAS.

La antigua tradición japonesa cuenta que aquel que realizara 1000 grullas en origami recibiría a cambio el cumplimiento del deseo que pidiera al realizarla ( dado que cuenta la leyenda que fueron 1000 los días que tardo una grulla en llegar al Sol Naciente desde la espalda de una tortuga).




DESDE LA BIBLIOPATIO



Queriendo conocer y trabajar otras culturas, desde la bibliopatio se lanzó la idea de realizar mil grullas de papel.
Los alumnos de 4º de la ESO fueron los encargados de transmitir la idea. Visitaron a los diferentes cursos y en forma de cuentacuentos dieron a conocer el proyecto.
Para crear algo de ilusión, se realizó una gran grulla, la primera, que se expondría en la biblioteca.

En la hora del recreo se realizaron talleres en la bibliopatio, donde se les enseñaba a realizar las grullas con papel reciclado. 




A partir de este momento las familias se pusieron manos a la obra y de esta manera toda la Comunidad Educativa se unió en un mismo proyecto "La Paz". Poco a poco comenzaron a llegar montones de grullas, de todos los tamaños.


Se acercaba el día y se comenzó a contar y unir las grullas mediante hilo de pita.



Y el 30 de enero el cielo del patio quedó cubierto por una gran cantidad de grullas, 1000.





CUENTO

MIL GRULLAS
De Elsa Bornemann

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. 
Porque ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo entonces, en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien qué era lo que estaba pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones familiares de cada anochecer en torno a las noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas partes. Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.
¡Ah…y también se estaban descubriendo uno al otro! 
Se contemplaban de reojo durante la caminata hacia la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podrían transitar ese imaginario senderito de ojos a ojos. 
Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban tan acostumbrados al silencio… 
Pero Naomi, sabía que quería a ese muchacho delgado, que más de una vez se quedaba sin almorzar para darle a ella la ración que batatas de había traído de su casa.
-No tengo hambre-le mentía Toshiro, cuando veía a la niña apenas si tenía dos o tres galletitas para pasar el mediodía. - Te dejo mi vianda - y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración.
Naomi… Poblaba el corazón de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le hacía tener ganas de crecer de golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún…
El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llegó puntualmente el 21 de junio y anunció las vacaciones escolares.
Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que dejar de verse durante un mes y medio inacabable.
 A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían. Ni siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita.
Había que esperar pacientemente la reanudación de las clases.                
 Acabó junio y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque.
Se fue julio y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque.
Y aunque no lo supieran ¡Por fin llegó agosto!-pensaron los dos al mismo tiempo.
Fue justamente el primero de esos cuando Toshiro viajó, junto con sus padres, hacia la aldea de Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en todos los rincones del local.
Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra… -decía el abuelo.-
Todo acaba algún día... – comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía que la paz debería ser algo muy hermoso, porque los ojos de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi. 
¿Y Naomi?
El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba, sobre la nieve. Sola. Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un desierto helado y ella atravesándolo.
Abandonó el tatami, se deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. ¡Qué alivio! 
Una cálida madrugada le rozo las mejillas. Ella le devolvió un suspiro.
El dos y tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus.

Lento se apaga
El verano.
Enciendo lámparas y sonrisas.
Pronto
Florecerán los crisantemos.
Espera,
Corazón.

Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que escondía sus pequeños tesoros de curiosidad de sus hermanos.
El cuatro y cinco de agosto se los pasó ayudando a su madre y a las tías. ¡Era tanta la ropa para remendar! Sin embargo, esa tarea no le disgustaba.
Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimas para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo, imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar el deseo para que se cumpliese.
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó el pantalón de su hermano menor el ruego de que finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de papá, el pedido de que Toshiro no la olvidara nunca…
Y los dos deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes…
Ocho de la mañana seis de agosto en el cielo de Hiroshima.
Naomi se ajusta su obi de su kimono y recuerda a su amigo: -¿Qué estará haciendo ahora?
“Ahora”, Toshiro pesca en la isla mientras se pregunta: -¿Qué estará haciendo Naomi?
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima.
En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez en el cielo. El cielo de Hiroshima.
Un repentino resplandor ilumina extrañamente la cuidad.
En ella, una mamá amanta a su hijo por última vez.
Dos viejos trenzan bambúes por última vez.
Una docena de chicos canturrea: “Donguri Koro Koro- Donguri Ko…” por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez.
Naomi sale para hacer unos mandados.
Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río.
Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegraron esta mañana. Y con ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el paso de Hiroshima.
Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nuevamente la puerta de su casa, ni retomar ningún camino requerido.
Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico.
Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.
Recién en diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi ¡Y que aún estaba viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en la localidad próxima de
Hiroshima. Como tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora instalado dentro de ellos, en sus misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.
El invierno insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era el frío exterior o sus pensamientos lo que le hacía tiritar.
Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Con los ojos abiertos y la mirada inmóvil. Ya no tenía sus trenzas. Apenas una tenue pelusita oscura.
Sobre su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas.

-Voy a morirme, Toshiro… -susurró, no bien su amigo no se paró, en silencio, al lado de su cama. –Nunca llegaré a plegar las mil grullas que hacen falta…

Mil grullas… o Semba-Tsuru, como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. 
Sólo veinte. Después, las juntó cuidadosamente en un bolsillo de su chaqueta.

-Te vas a curar, Naomi- le dijo entonces, pero su amiga no lo oía ya: se había quedado dormida.

 El muchachito salió del hospital, bebiéndose lágrimas.
Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporariamente alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los papeles que, hasta ese día, había habido allí.
Hojas de diarios, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron, sorprendidos.
En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre sombras. Esperó hasta que tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el armario donde se solían acomodar las mantas.
Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvió a su lecho.
La tijera llevaba oculta entre sus ropas.
Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta cuadraditos y luego los plegó, uno por uno, hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarles las que ella misma había hecho. Ya amanecía.
El muchacho se encontraba pasando hilos a través de la silueta de papel. Separó en grupos de diez frágiles grullas del milagro y las aprestó para que imitaran el vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra.
Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras de su furoshiki y partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir permiso la bicicleta de su primo.
No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.

-Prohibidas las visitas a esta hora- le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala de uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga.

Toshiro insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre sus lecho. Por favor…
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de papel. Con la misma impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hizo a un lado y le permitió que entrara: -Pero cinco minutos, ¿eh?
Naomi dormía.
Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso en su silla sobre la mesa de luz luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielo raso. Pero lo alcanzó. Y en un rato estaba las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados, firmemente sujetos con alfileres.
Fue al bajarse que su improvisada escalera advirtió que Naomi los estaba observando.
Tenía la cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.

-Son hermosas, Toshi-Chan… Gracias…

 -Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas -y el muchacho abandonó la sala sin darse cuenta.

En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó colar, al entreabrir por unos instantes la ventana.
Los ojos de Naomi seguían sonriendo.
La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos ¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre?
Febrero de 1976.
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es gerente de sucursal de un banco establecido en Londres.
Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué, entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo.
Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de la máquina de calcular.
Grullas surgidas de servilletitas con impresos de los más sofisticados restaurantes…
Grullas y más grullas.
Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe creer en aquella superstición japonesa.

-Algún día completará las mil…-cuchicheaban entre risas-. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre su escritorio?

Ninguno sospecha, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la pérdida de Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.



Extraído de “No somos irrompibles”, doce cuentos de chicos enamorados, Elsa
Bornemann, Editorial Alfaguara.

Elsa Bornemann nació en Buenos Aires, Argentina, un 20 de febrero de 1952. Es una escritora de cuentos infantiles



lunes, 28 de enero de 2013

Rincón del arte

EXPOSICIÓN EN EL RINCÓN DEL ARTE


Los alumnos de 1º de Primaria han trabajado, junto a su profesora de Plástica, sobre vida y obra del pintor Van Gogh. Han expuesto sus trabajos y un mural en el que destacan lo que han considerado más relevante sobre dicho personaje.
En el mismo rincón se han expuestos libros que posee la biblioteca, sobre el artista.




LIBROS DISPONIBLES




martes, 1 de enero de 2013

Tema del mes de enero

AYUDAS HUMANITARIAS.



ONG es la sigla de Organización No Gubernamental. Se trata de entidades de iniciativa social y fines humanitarios, que son independientes de la administración pública y que no tienen afán lucrativo.
Una ONG puede tener diversas formas jurídicas: asociación, fundación, cooperativa, etc. Lo importante es que nunca buscan las ganancias económicas, sino que son entidades de la sociedad civil que se basan en el voluntariado y que intentan mejorar algún aspecto de la sociedad.
Las ONG suelen financiarse a través de la colaboración de los ciudadanos, de los aportes estatales y de la generación propia de ingresos (mediante la venta de remeras o la organización de eventos, por ejemplo). Parte de sus recursos pueden destinarse a la contratación de empleados de tiempo completo (es decir, que no trabajan de manera voluntaria sino que se dedican exclusivamente a las tareas de la organización).
El campo de acción de una ONG puede ser local, nacional o internacional. La asistencia sanitaria, la protección del medio ambiente, el fomento del desarrollo económico, la promoción de la educación y la transferencia tecnológica son sólo algunos de los asuntos que incumben a este tipo de organizaciones.
La Carta de las Naciones Unidas (ONU) ya reconocía, en 1945, la importancia de las ONG en diversas temáticas. Es importante tener en cuenta, de todas formas, que las ONG no buscan reemplazar al Estado o a los organismos internacionales, sino que intentan complementar sus funciones.
La Cruz Roja, fundada en 1863, es una de las ONG más antiguas del mundo. Otras de las ONG más importantes y de mayor tamaño en la actualidad son Greenpeace y WWF.                    http://definicion.de/ong/



Algunas actividades a nivel internacional afrontadas por las ONG son: 

· Garantías de la aplicación de tratados internacionales humanitarios.
· Promoción y denuncia de los abusos de los derechos humanos.
· Ayuda humanitaria.
· Protección del medio ambiente.
· Mejoras laborales y medioambientales.
· Cooperación para el desarrollo.
· Ayuda a la infancia.
· Ayuda y orientación a la tercera edad.
· Migración.
· Gestión de riesgos de desastres.
· Comunicación para el desarrollo.
· Participación ciudadana.
· Investigación científica.
· Ayuda a la educación y cultura.
. Ayuda a ex-militares












El Grupo McCann creó la Fundación curArte el 26 de Julio de 2006 con la colaboración de las Universidades de Salamanca y Complutense. Lo primero que realizaron fue un estudio en 12 hospitales de diferentes Comunidades Autónomas para establecer las necesidades psicosociales de los niños y adolescentes hospitalizados y trazar las líneas de actuación que la Fundación debería llevar a cabo.

A finales del 2007, después de evaluar los estudios se agruparon las necesidades en 8 grupos y se determinó que podrían hacer para ayudarlos, aquí los tienen:



· curArte Jugando: ludotecas, material de juego creativo y becas para talleres de arte.

· curArte como en Casa: decoración, mobiliario, uniformes del personal, pijamas, ropa de cama (para hacerlos sentir casi como en casa).

· curArte en el Jardín: acondicionar los jardines de los hospitales.

· curArte con Música: está demostrado que la música es muy beneficiosa y dota las habitaciones de hilo musical para música y cuentos. Además de Musicoterapia.

· curArte de Cine: televisiones en las habitaciones con programas y películas infantiles.

· curArte con Cuentos: bibliotecas de pasillo y un cuentacuentos.

· curArte con el Cole: material didáctico y de juego. programas de apoyo a las aulas.

· Otras Áreas de Actuación: además de todo lo anterior también se imparten cursos de formación para profesionales, familiar y voluntarios. Se ayuda a la remodelación de las áreas pediátricas.

Además, la Fundación CurArte posee una línea editorial con la que publican libros sobre temas relacionados con Cuidado y Atención Infantil en Hospitales y un boletín periódico sobre las novedades de la Fundación.

http://www.fundacioncurarte.org/



CUENTOS





FINALES FELICES

Perico Picolisto era un niño rico que llevaba una vida muy tranquila y cómoda, aislado de muchas de las desgracias del mundo. Un día, Perico fue al cine a ver una película que le hacía muchísima ilusión, pero llegó un pelín tarde, justo cuando la taquillera le vendía la última entrada a un niño con un aspecto muy pobre, que llevaba ahorrando semanas para ver la película. Al verse sin su entrada, Perico se enojó muchísimo, y comenzó a gritar y protestar, exigiéndole al niño que le diera su entrada.
-¿Por qué voy a darte mi entrada? He llegado antes que tú y la he pagado- dijo el niño
- Pues... ¡porque yo soy más importante que tú! ¡mírame!, yo soy rico y tú eres pobre, ¿lo ves? - respondió Perico cargado de razón.
Entonces apareció un señor muy distinguido, que se acercó a Perico Picolisto y le ofreció una entrada diciendo
- Por supuesto, niño. Tú tienes más derecho que él de ver esta película
Entonces Perico, con tono ostentoso y soberbio, apartó al otro niño y entró al cine. Echó un vistazo alrededor y se sintió muy cómodo cuando vio que la sala estaba llena de niños ricos como él, y se sentó a disfrutar de la película.
Pero en cuanto se sentó, se sintió trasportado a la pantalla, y se convirtió en un personaje más, protagonista de muchas historias. Y en todas aquellas historias, Perico empezaba con muchísima mala suerte: unas veces sus
padres desaparecían, otras su casa se quemaba y perdían todo su dinero, otras estaba de viaje en un país del que no entendía el idioma, otras le tocaba trabajar desde niño para ayudar a criar a un montón de hermanos, otras vivía en un lugar donde todos le trataban como si fuera tonto o no tuviera sentimientos... Y en todas aquellas historias, Perico se esforzaba terriblemente por salir adelante, aunque todo eran dificultades y casi nadie le daba ninguna oportunidad. Pero igualmente, todas las historias acabaron con un final feliz, cuando un misterioso personaje, rico, sabio y afortunado, le ayudaba a salir adelante y cumplir sus sueños.
Cuando terminó la película y Perico volvió a encontrarse en su asiento, estaba asustado. Pensó que en la vida
real, él siempre había sido de aquellos que teniendo suerte, nunca ayudaban a crear finales felices. Se sintió tan mal, que estuvo llorando largo rato en su silla...
Finalmente, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro, y salió del cine casi bailando. Estaba contento porque ya sabía a qué se iba a dedicar: sería esa ayuda que necesitan quienes tienen menos suerte, ¡sería creador de
finales felices!
Y mientras volvía a casa dispuesto a cambiar su mundo, vio a lo lejos al señor distinguido que le había dado la entrada. Era el misterioso personaje que le había ayudado a resolver todas las historias de su película.
http://cuentosparadormir.com



Un alto en el camino

En un lejano país hubo una vez una época de gran pobreza, donde sólo algunos ricos podían vivir sin problemas.
Las caravanas de tres de aquellos ricos coincidieron durante su viaje, y juntos llegaron a una aldea donde la pobreza era extrema. Era tal su situación, que provocó distintas reacciones a cada uno de ellos, y todas muy intensas.
El primer rico no pudo soportar ver aquello, así que tomó todo el oro y las joyas que llevaba en sus carros, que
eran muchas, y los repartió sin quedarse nada entre las gentes del campo. A todos ellos deseó la mejor de las suertes, y partió.
El segundo rico, al ver su desesperada situación, paró con todos sus sirvientes, y quedándose lo justo para llegar a su destino, entregó a aquellos hombres toda su comida y bebida, pues veía que el dinero de poco les serviría.
Se aseguró de que cada uno recibiera su parte y tuviera comida para cierto tiempo, y se despidió.

El tercero, al ver aquella pobreza, aceleró y pasó de largo, sin siquiera detenerse. Los otros ricos, mientras iban juntos por el camino, comentaban su poca decencia y su falta de solidaridad. Menos mal que allí habían estado ellos para ayudar a aquellos pobres...
Pero tres días después, se cruzaron con el tercer rico, que viajaba ahora en la dirección opuesta. Seguía caminando rápido, pero sus carros habían cambiado el oro y las mercancías por aperos de labranza, herramientas
y sacos de distintas semillas y grano, y se dirigía a ayudar a luchar a la aldea contra la pobreza.
Y eso, que ocurrió hace tanto, seguimos viéndolo hoy. Hay gente generosa, aunque da sólo para que se vea lo mucho que dan, y no quieren saber nada de quien lo recibe. Otros, también generosos, tratan de ayudar
realmente a quienes les rodean, pero sólo para sentirse mejor por haber obrado bien. Y hay otros, los mejores, a quienes no les importa mucho lo que piense el resto de generosos, ni dan de forma ostentosa, pero se preocupan de verdad por mejorar la vida de aquellos a quienes ayudan, y dan mucho de algo que vale mucho más que el dinero: su tiempo, su ilusión y sus vidas.
¡Aún estamos a tiempo de cambiar al grupo bueno! 
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