Llegó el otoño y con ello la celebración del día de los "finaos".
La bibliopatio se viste de otoño y libros relacionados con la temática son expuestos.
Además se expone información sobre el primer cementerio de Gran Canaria.
EL PRIMER CEMENTERIO DE GRAN CANARIA
El cementerio de Las Palmas
fue construido en 1812 con planes, según se cree, del imaginero José
Luján Pérez. Las obras concluyeron en 1815, precisamente en el mismo año
en que fallece Luján.
El frontis es de estilo clasicista y predomina la cantería azul de
Arucas, destacando los tres arcos de orden toscano -que nos recuerda a la
fachada de la Catedral- y su frontón triangular que da acceso al pórtico
desde donde se pasa a la zona de enterramientos. Para la construcción de este
camposanto el ayuntamiento no poseía recursos suficientes, pero fue el obispo
don Manuel
Verdugo y Arbiturria quien adelantó los fondos necesarios.
Como los infieles no podían ser enterrados en los cementerios
católicos, se originó un problema con los residentes de otras confesiones.
Por Real Orden de 13 de Noviembre de 1831 se concedió que se pudiese
construir cementerios especiales para ser enterrados los muertos de otras
confesiones religiosas.
Ante esto se crea en nuestra ciudad de Las Palmas un grave
conflicto. Las mejoras y la importancia del Puerto de la Luz hacen que buques
de bandera británica hagan escala aquí y poco a poco se va creando una
colonia de británicos. A esta colonia se le presenta el problema de enterrar
a sus muertos.
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SE CREA EL CEMENTERIO INGLES
Las gestiones del viceconsul Austice y 12 caballeros británicos,
entre ellos Houghton, Wood, Swanston y Tomás
Miller producen el efecto de la construcción del cementerio inglés
en el barrio de San José el 4 de diciembre de 1835.
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LA JERARQUÍA CATÓLICA AIRADA
Los problemas no acaban aquí, ya que en nuestra ciudad había otros
residentes de otras nacionalidades que eran protestantes. Cuando fallecían,
las autoridades los enviaban al recién creado cementerio inglés con la
consiguiente protesta de los responsables británicos.
Don Diego Miller, para solucionar este problema, propuso que en un
lateral del cementerio católico de Vegueta, lindando con el mar se adaptase
un espacio para aquellos difuntos protestantes que no fuesen de nacionalidad
británica.
La comisión municipal estudió el tema y habilitó este espacio para
el fin ya referido. Pero el problema se agrava ya que la iglesia católica se
sintió ultrajada y desde ese momento los sacerdotes no penetraron en el
camposanto de Vegueta, despidiendo la comitiva fúnebre al final de la calle
Reyes Católicos, bajo la sombra de un árbol -un Ficus Macrophila-, tradición
que perduró por décadas, llegándose a denominar este árbol en el saber
popular como el Árbol del
Responso
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EL CEMENTERIO DE VEGUETA.
En el siglo XIX con la creación y difusión del industrialismo, el
capitalismo y el enriquecimiento personal, nacen dentro de los cementerios,
los Panteones y Monumentos como una forma de perpetuarse en el más allá.
En el cementerio de Vegueta podemos destacar el sepulcro de mármol
de la familia Manrique de Lara de1847; el de don Cristóbal
del Castillo y Manrique de Lara de 1871 o el de la familia Velázquez
Martín de 1853.
Asimismo la familia Gourié con un ángel alado sentado sobre una
roca, simbolizando el mundo invisible.
Un escultor a destacar es el italiano Paolo Triscornia di Ferro, de
Génova, taller que creaba monumentos funerarios y otros por encargo. Es el
creador del monumento a Cristóbal Colón en la Alameda de su nombre.
Un panteón espectacular es el de la familia Rodríguez labrado en
mármol en el taller antes citado.
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LOS ANTIGUOS ENTIERROS
La actividad cotidiana de nuestra ciudad quedaba paralizada cuando
por las calles aparecía la figura del cura ataviado con sus trajes talarex,
llevando los santos sacramentos de la iglesia a los moribundos. El cura iba a
caballo precedido por los monaguillos que llevaban la cruz y el agua bendita.
Delante de ellos iba el sacristán tocando la campanilla para
anunciar el paso del cortejo.
Todo el mundo se arrodillaba, los carros y coches se paraban en
señal de respeto.
Más tarde, cuando la ciudad contaba ya con tranvía, éste aflojaba la
marcha, el conductor y los pasajeros se arrodillaban y los que tenían
sombrero se lo quitaban.
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LOS ENTIERROS NOCTURNOS
Otra tradición era el enterrar por la noche, hacia las 10 de la
noche. Este ritual causaba en nuestros visitante una impresión tétrica.
La procesión aparecía lentamente, primero iban los monaguillos
vestidos de escarlata, a continuación el cura con el libro acompañado de otro
monaguillo que le iluminaba las páginas del libro y entonaba lastimeros
rezos.
El cuerpo del difunto iba detrás y bajo palio, llevado por cuatro
hombres. Terminaba el cortejo con los pariente del fallecido con faroles en
filas paralelas. Si el fallecido era joven, el ataúd iba descubierto por las
calle y adornado con flores.
En el año 1919, el ayuntamiento de Las Palmas puso fin a esta
tradición ya que una Ley de Sanidad prohibía los entierros después de la
tarde.
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TRADICIONES.
Una costumbre ya perdida era la de llevar a la casa del difunto
gallinas, chocolate y otros alimentos ya que los vecinos se preocupaban de
hacerles la comida.
Al cementerio no iban las mujeres, ni a la conducción del cadáver.
Se rezaba un rosario el día de la misa en la casa del difunto. Los
dueños correspondían ofreciendo bebidas y pastas.
Otra tradición que casi existe aún, es la de encender lamparitas en
un plato con aceite, una lámpara por cada difunto.
El escritor Domingo
José Navarro Pastrana en su obra "Recuerdos de un noventón"
nos dice que la última fiesta del año era la noche de difuntos donde se
reunían las familias a jugar a la perinola, comiendo castañas y dulces, junto
con copas de vino rancio y licores. Se contaban cuentos y chistes y alegres
bromas.
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