viernes, 21 de febrero de 2014

Día de Las Letras Canarias 2014





Agustín  Millares  Sall


 


Nació el 30 de junio de 1917 en Las Palmas de Gran Canaria y falleció en 1989.


Cuando se cumplen 25 años de la muerte de Agustín Millares Sall, El Gobierno de Canarias ha querido dedicarlo este año a tal ilustre poeta. Este acuerdo reivindica la memoria para las nuevas generaciones de la obra de un poeta comprometido con su tiempo y de un luchador que no aceptó doblegarse a la Dictadura.



Fue un miembro destacado de la generación de poesía social en Canarias. Miembro de la Antología Cercada y de Planas de Poesía, entre sus obras figuran algunos títulos tan significativos como Poesía Unánime, Segunda Enseñanza, Función al Aire Libre. Algunos de sus textos fueron llevados a la canción por Taburiente, Caco Senante, Palo, Rosa León y Los Sabandeños. 


Fue Premio Canarias en 1985.







Recordar que el Día de las Letras Canarias tiene lugar el 21 de febrero, fecha en la que se conmemora el aniversario de la muerte de don José de Viera y Clavijo, claro exponente de nuestra literatura y de otras áreas del conocimiento, que tuvo lugar el año de 1813 en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Pasado permanente

He venido de la playa
Llevo arena en los zapatos
Incómodo caminando
Logro llevarla a mi casa
La pongo allí boca abajo
Descalzo
Me desprendo de su carga
Dando por cerrado el caso.


Pero la breve montaña
Consigue hacer el milagro
De acompañarme entre sábanas
Y hacemos noche en la cama
Como dos recién casados
Que cabalgan
Invadiendo la acrobacia.



viernes, 14 de febrero de 2014

Día de los enamorados



Día de los enamorados.



Durante la semana del 14 de febrero, invitamos a la Comunidad Educativa a regalar piropos por San Valentín. En ese tiempo se fueron recogiendo piropos dedicados, anónimos..., pero educados.



Haz  llegar tu 
“Piropo educado” 
a  la  bibliopatio,  antes del  viernes  14 de  febrero.
*Puedes poner tu nombre y curso.
*Puede ser anónimo, pero respetuoso.

*Puedes poner a quién va dirigido, siendo cortés.

Un poco de historia

La palabra piropo procede del griego pyropus, que significa rojo fuego. Los romanos tomaron esta palabra de los griegos y la usaron para denominar piedras preciosas de color rojo: una variante del granate, pero también el rubí. El rubí simbolizaba el corazón, y era la piedra que los galanes regalaban a la mujer a la que pretendían conquistar. Pero, naturalmente, no todos podían regalar rubíes, por lo que tenían que suplirlos regalando hermosas palabras.

Otra versión afirma también que la palabra procede del griego, pero de pyros fuego y oops vista, apariencia, con el significado de ojo deslumbrado por la belleza.

http://themaskedlady.blogspot.com.es/2010/01/historia-del-piropo.html


“Las puertas que abre un piropo en el corazón de la mujer, rara vez se cierran. Bombones, flores, diamantes, son bienvenidos, también. Pero un piropo… les juro que nos desarma, y que hasta la más arisca, aunque por fuera se haga la recia, al escuchar un “requiebro” siente cosquillas en el estómago y cascabeles en el alma”.
Terín Collado, alias Graciela Fernández
Escritora.

http://terincollado.blogspot.com.es/2008/06/los-efectos-teraputicos-del-piropo.html




                      Para que yo te olvide, tienen que haber dos señales:
Que se hunda la tierra o se separen los mares.
A l@s loc@s como yo,
 les falta un tornillo
como tú.

Si existe algo más bonito que tú, Dios lo debe tener escondido en el paraíso.



jueves, 30 de enero de 2014

Día de la PAZ.




DÍA DE LA PAZ




Un grupo de alumnos, al visitar la bibliopatio para su hora de lectura, se encontraron con diferentes libros de Gloria Fuertes y una gran paloma blanca, acompañada de unos grandes corazones.


Descubrieron a la escritora y el tipo de lectura que podían encontrar en sus libros. Y por último debían encontrar, en ellos, poesías donde la paz y el amor se hicieran presentes y escribirlas en los diferentes corazones.



viernes, 20 de diciembre de 2013

Navidad









CUENTO


En el pueblo de Santos Cielos, todos los años y desde hace mucho tiempo, cada ocho de diciembre se armaba un gran árbol de Navidad en la plaza principal. Todos colaboraban en su decoración.

Cada persona del pueblo, rico, pobre, gordo, flaco, viejo o joven, colocaba su adornito,  ofrenda o cartita, para que el árbol cada año luciera más bonito que el anterior.

Era una especie de fiesta para todos, en la que la mayoría trataba de darle al arbolito lo mejor que tenía. Por supuesto nunca falta alguna persona que no estaba de acuerdo con algo: podía ser el color de la cinta, el tipo de bola, el tamaño de la cartita.

Lógicamente, cada uno de los habitantes del pueblo armaba el arbolito en forma muy parecida a cómo vivía su vida.

Los más sencillos, colocaban adornos simples, pero no por eso menos bonitos. A los que les gustaba presumir, colocaban los adornos más grandes y que más llamaran la atención de todos. Las personas más serias, ponían bolas de color morado, lisos o tal vez verde oscuro, los más alegres, bolas y cintitas de todos los colores.

El alcalde del pueblo era un señor muy bueno, al que todos llamaban Bonachón. Ese era su verdadero apellido, pero como realmente era muy bueno el nombre le venía como anillo al dedo.

Don Bonachón supervisaba el armado del árbol que duraba varios días. La costumbre era empezarlo el día 8 y terminarlo el 24 de diciembre.

El alcalde se encargaba de revisar uno por uno los adornos que la gente llevaba  para que todo estuviera en orden. Así era que evitaba más de un problema.

– ¿Qué se supone que traes ahí Clarita? Preguntó asombrado Don Bonachón al ver a la niña con un helado de frutilla y pistacho, yendo directo al arbolito.
– Es para nuestro árbol pues le combinan los colores, los sabores no me gustan pero lo pedí así para que quede más lindo, nada más ¿buena idea verdad?
El alcalde no sabía cómo decirle a la niñita que un helado no era realmente el mejor de los adornos, no quería desilusionarla, pero por otro lado, tampoco podía dejar que el helado se derritiera sobre una rama.
– ¿A que adivino preciosa? Este rico helado lo has traído para mí ¿verdad? Hace mucho calor aquí, debo pasar horas cuidando nuestro árbol. Ya sabía yo que alguien pensaría en este pobre alcalde y me traería algo fresco y además con los colores de Navidad ¡Gracias, muchas gracias!

Clarita se fue sin querer discutir con Don Bonachón y lo saludó con una sonrisa, mientras pensaba qué otra cosa conseguir para el arbolito.

Luego llegó Pedrito un niño muy humilde. Se paró frente al árbol, elevó su mano hacia una de las ramas e hizo como si dejara algo en una de ellas. La verdad es que no había puesto nada, pero se fue muy contento. Don Bonachón presenció la escena muy intrigado, pero no dijo nada.

Al rato llegó una señora muy adinerada en su lujoso coche. De allí bajaron una gran lámpara con cientos de luces pequeñas y cristales que colgaban.

– Vengo a darle un toque de lujo a este árbol, con estas luces en la punta lucirá como el mejor de todos y ésto, gracias a mi generosidad. Dijo la señora adinerada.

Mucho le costó al alcalde hacerle entender a la señora que no podían colgar semejante lámpara del árbol, sin que éste se cayera.

Después de una discusión nada sencilla, la señora se retiró muy ofendida con su lámpara y pensando en que la Navidad no tendría ningún toque de distinción.

La gente seguía trayendo adornos, bolas y cosas para el árbol que poco a  poco se iba llenando.

La Navidad se acercaba y Pedrito iba todos los días y también todos los días hacía lo mismo. Paradito frente al árbol abría su manita pequeña, hacía como que dejaba algo en una ramita y con una inmensa sonrisa se iba.
Realmente nadie entendía bien qué pasaba con él.

– ¿Nos está tomando el pelo? Decía un señor pelado muy enojado.
– ¡De esta manera no vamos a terminar ni para Reyes! Se quejó Don Apurado mirando una y otra vez el reloj.
– ¡Así cualquiera deja algo, qué vivo! Mientras nosotros nos esforzamos por poner los mejores adornos, viene este niño, tan mal vestido dicho sea de paso, y no deja nada. No es Justo. Gritaba la señora adinerada.
– Cada uno da lo que puede, Pedrito sabrá lo que hace. Dijo Don Bonachón tratando de calmar los ánimos.
Se acercaba el último día y todos se apuraban por terminar de llevar sus adornos. Clarita intentó un par de veces más llevar un postre helado y hasta gelatina de frutillas, pero Don Bonachón supo solucionar la situación.

Ese último día y como todos los anteriores, Pedrito llegó hasta el árbol e hizo lo mismo de siempre. Esta vez no se fue. Se quedó esperando a todos los demás,  con la misma sonrisa de siempre.

El pueblo entero se convocó a los pies del árbol gigante que  había quedado precioso. Todos los vecinos del lugar comenzaron a contar qué le habían dado al arbolito y por qué.

Las más coquetas contaron que lo habían adornado con bolas porque estaba a la moda.
Los más golosos dijeron que le habían colgado chupetines para comerlos luego.
Los descreídos confesaron que no le habían puesto nada.
Los desganados que le habían puesto lo primero que habían encontrado.
La señora adinerada contó que le había puesto lo más caro que pudo comprar con todo el dinero que tenía.

Don Bonachón escuchó a todos y cada uno de los vecinos. El único que no había abierto la boca era Pedrito.

– ¿Y tú Pedrito, que le ofreciste al árbol?

De repente se armó un lío bárbaro, casi todos empezaron a hablar al mismo tiempo, nadie se escuchaba, todos querían dejar bien claro que el niño nada le había ofrecido al arbolito y que por ende, nada tenía que ver en lo hermoso que había quedado. Nadie le dio tiempo a contestar.

Pedrito escuchaba pero no decía nada. Miraba al gran árbol y la gran sonrisa seguía firme en su carita.

Cuando Don Bonachón consideró que se había hablado lo suficiente, hizo callar a todos y tomó la palabra nuevamente.

– Ahora sí Pedrito, dinos que le diste cada día al árbol por favor.

Todos se miraban como si el alcalde hubiera enloquecido pues sabían que el niño nada había ofrecido. Pedrito se paró y dijo:

– Cada día, desde que empezamos hasta hoy, le he dado al arbolito lo mejor que tengo, un día le ofrecí mis sueños, otro el amor que siento por mi familia, otro las ganas de hacer cosas, otro día mis deseos de ser mejor y así le fui dando todo lo que tengo en mi corazón.

– ¡Qué ridículo! Dijeron los descreídos, los desganados y los presuntuosos.
Don Bonachón, emocionado por un lado y un poco triste por la reacción de su gente, les habló así.

– Está visto que mi pueblo no entiende de qué se trata la Navidad y este hermoso árbol con el cual elegimos representarla cada año.

La Navidad, aunque muchos confundan las cosas, no se trata de adornos y regalos, sino de ofrecer a los que amamos lo mejor de nosotros, de acercarnos a la familia y a los seres queridos, de compartir con todos lo que se tiene, poco o mucho no importa.
– ¿Y entonces me quiere decir porque hace años que venimos adornando este árbol si no se trata de adornos la cosa? Gritó un señor muy enojado.
– La Navidad tiene símbolos, cosas que la representan, lindas, hermosas –intentó explicar Don Bonachón– pero que no son lo fundamental. La excusa del árbol era para hacer algo entre todos y unirnos en Navidad y para que cada uno de ustedes pusiera lo mejor de sí, ni más, ni menos. El único que realmente interpretó el mensaje fue Pedrito.
Después de ese 24 de diciembre, las Navidades no volvieron a ser las mismas en Santos Cielos. Hay que decir que los arbolitos de los años que siguieron, no tenían tantos adornos como los anteriores, pero cada vez había más personas que depositan en aquel hermoso símbolo lo más preciado de sus vidas.

Eso sí, algo no cambiaria jamás, la sonrisa de Pedrito y no sólo en Navidad.

sábado, 23 de noviembre de 2013

23 de noviembre, día mundial de los bosques autóctonos.

El Til o Garoé

Es uno de los árboles más emblemáticos de la flora macaronésica y uno de los componentes básicos de los maravillosos y paradisíacos bosques de laurisilva. En las Islas Canarias le llaman Til, Garoé, Árbol santo y Árbol-fuente y su nombre científico, Ocotea foetens, nos recuerda que su madera, de muy buena calidad, no se puede trabajar cuando está fresca por su hedor insoportable. Una vez se ha secado pierde el mal olor y es una madera muy bella, de un color amarillo verdoso, durísima y duradera, muy apreciada en ebanistería. A finales del siglo XVI se prohibió su exportación para evitar la tala masiva de este árbol imponente que puede alcanzar los 40 metros de altura. Pertenece a la família de las Lauraceae como el barbusano (Apollonias barbujana), el viñátigo (Persea indica) y el laurel canario (Laurus novocanariensis), todos ellos componentes esenciales de los bosques de Laurisilva macaronésica. Es endémico de las Islas Canarias y Madeira.




Majestuoso tronco de Garoé de un metro de diámetro en el paradisíaco Bosque de Los Tiles al norte de la isla canaria de La Palma. Estos árboles han podido crecer en total libertad y se muestran con todo su esplendor. Se ven  las enormes raíces sobresaliendo de la tierra como si fuesen los dedos de una pata de cigüeña, dando así estabilidad al árbol y los troncos múltiples que crecen muy rectos buscando la luz.



Varios troncos de til o garoé en el mismo Bosque de Los Tiles. Los rayos de luz que dejan pasar sus copas permiten el crecimiento de un rico sotobosque compuesto principalmente por helechos macaronésicos, como Woodwardia radicans, Diplazium caudatum, Culcita macrocarpa y Adiantum reniforme y también por la hiedra canaria, Hedera canariensis, la bellísima Gesnouinia arborea, pariente gigante de la parietaria y la Canarina canariensis, con flores que parecen pequeñas campanas rojas.

Los antiguos moradores de las Islas Canarias, los guanches, adoraban este árbol como a un dios. Hace cuatro siglos en la Isla del Hierro había un imponente garoé solitario con un tronco que superaba el metro y medio de diámetro y una grandiosa copa, que cada día, cuando subía desde el mar la brisa marina cargada de humedad, la condensaba en sus hojas y caía gota a gota como si fuese una verdadera lluvia, la llamada lluvia horizontal típica de toda la Macaronesia, proporcionando a los bimbaches, los guanches de la pequeña isla, toda el agua que necesitaban. Para recogerla excavaron a su alrededor pequeñas cisternas que prácticamente cada dia se llenaban. Sin el agua de su estimado y adorado Arbol-fuente, su árbol santo, su dios, no hubieran podido sobrevivir, puesto que en esta isla la lluvia normal es escasísima.

Cuando los europeos invadieron las Islas Canarias y robaron a los guanches sus estimadas islas, la última en ser conquistada fue El Hierro. Los nativos de la pequeña isla sabían que los invasores no podrían sobrevivir sin agua. Guardaron reservas del preciado liquido y después llenaron de tierra las cisternas del garoé. Confiaban en esta carta para salir victoriosos, pero una muchacha bimbache, Agarfa, se enamoró de un invasor andaluz y le reveló el secreto del agua, justo cuando los europeos ya estaban desesperados de sed y se preparaban para abandonar la isla. Aquella traición fue la perdición para los bimbaches. Los invasores se apoderaron del árbol sagrado, vaciaron de tierra las cisternas que pronto estuvieron llenas de agua y a los nativos no les quedó más remedio que rendirse al conquistador Juan de Bethencourt, quien acto seguido, traicionando su palabra, les encarceló y esclavizó.

Como si los dioses de los aborígenes canarios quisieran castigar a los invasores, un día del año 1610 un viento huracanado arrancó de raíz el viejo garoé y los nuevos habitantes de la isla, mezclados ya con los pocos descendentes de los bimbaches, se quedaron sin su fuente de agua. Desesperados de sed mandaron una carta al Rey de España pidiendo ayuda, pero los peninsulares no entendieron las palabras que hablaban de un árbol sagrado, pensaron que no eran más que supersticiones y no hicieron caso de la carta. Esto provocó que muchos de ellos murieran de sed.


Una de las características más típicas del árbol-fuente son estos dos bultitos en el anverso de las hojas, que se corresponden en el reverso con dos verrugas llenas de pelos. Sólo los tienen las hojas de los árboles adultos. Los plantones jóvenes carecen de ellos.









Reverso de las hojas anteriores con las dos verrugas pilosas. La de la izquierda casi siempre está más cerca del pecíolo de la hoja. 


Detalle de las dos verrugas pilosas del garoé, cuya función se desconoce. No desprenden ningún olor concreto ni parecen contener ningún animalillo diminuto, lo cual descartaría que fueran agallas. Una hipótesis aventura que estas verrugas podrían ser un carácter evolutivo de simbiosis con algún insecto o arácnido, que viviría entre los pelos y protegería de alguna manera al árbol de la depredación  de los insectos fitófagos. Otra hipótesis dice que los pelos desprenderían unas fitoferomonas con un olor sólo perceptible por los insectos, olor que sería repelente, evitando así que se comieran las hojas. Y por último también se podría pensar que los pelos son una especie de sensores del grado de humedad ambiental, de manera que el árbol, en caso de sequía, sería capaz de mover las hojas y ponerlas de una manera ideal para condensar el máximo de humedad de la brisa marina. Sólo son hipótesis. Tal vez algún día conoceremos su función.

 
Microfotografía de una verruga seccionada mostrando su contenido. Sólo se ve un amasijo de pelos sin ningún animalillo.









Otra microfotografía a 40 aumentos de una verruga de Ocotea foetens.




Imagen tomada en el preciso momento del paso de la brisa marina por encima de las copas de los árboles de Laurisilva. Está brillando un sol radiante y de repente ves venir una niebla gris que en cuestión de segundos te rodea. No ves nada, notas en la cara la caricia gélida y húmeda de la niebla y te dan escalofríos. En pocos segundos vuelve a salir el sol y ves alejarse la niebla que barre las copas y deja miles de toneladas de agua dulcísima condensada en sus hojas, que cae gota a gota como si fuera una lluvia normal. Es el maravilloso fenómeno llamado lluvia horizontal. La cara y la ropa te quedan empapadas y entiendes el porqué en islas con tan poca pluviometría puede haber bosques tan exuberantes.



Bellísimas flores de Ocotea foetens, propias de todas las lauráceas.

                                                    Detalle de una flor de garoé.


Frutos todavía verdes de Ocotea foetens, con su capucha que recuerda a las bellotas.

Frutos maduros de garoé con el tamaño y la forma ideales para ser tragados por las palomas endémicas macaronésicas rabiche y turqué, que después de digerir su pulpa regurgitan o defecan las semillas lejos del árbol que dió los frutos, ayudando así al mantenimiento de estos bosques maravillosos. 




                                                       http://jardin-mundani.blogspot.com.es/2012/10/ocotea-foetens-el-dios-de-los-bimbaches.htm






lunes, 4 de noviembre de 2013

Terror y "Finaos" en la biblioteca.


El pasado 31 de octubre se celebró, en el patio del colegio, la tradicional fiesta de los "Finaos". Mientras, la biblioteca adquiría un ambiente espantoso y se exponían libros de terror para disfrute de nuestros más valientes usuarios.



Algunos se atrevieron a visitarla a primera hora, en penumbras, solo acompañados de una pequeña linterna que les iba mostrando lo que allí había.





Y ansiosos esperaron al lunes, día en el que nuestra biblioteca se trasladaba a un mundo de fantasía y terror, llevando consigo a todos los que la visitaron.






En ella se escenificaron historias de terror acordes a cada edad, haciendo volar la imaginación.



HISTORIA DE TERROR



Lo que les voy a contar le sucedió a mi madre cuando yo era todavía muy pequeña. Esto ocurrió poco después del fallecimiento de mi padre en un accidente de tráfico, dejándonos solas a mí y a mi madre.
Según cuenta ella, una noche lluviosa, mientras leía un libro en el salón, el teléfono empezó a sonar, ella, extrañada por lo tarde que era, preocupada, descolgó el teléfono y preguntó quien era, pero nadie le contestó. Unos instantes después, el teléfono volvió a sonar.
Ella dudaba y se sentía insegura, sola, conmigo pero sola y el teléfono no paraba de sonar.
Al fin, se dispuso a coger el teléfono de nuevo, pero nada, no había nadie al otro lado, no contestaban, por lo que, aterrada subió a mi habitación y me cogió en brazos, según ella para no sentirse desamparada en medio de la noche.
Claro, en los tiempos que corren.
Aún no se había sentado en su sillón, volvió a sonar el teléfono.

Harta y decidida para batir el miedo que sentía, contestó al teléfono, y de nuevo nada, nada se oía. Entonces, llamó a la policía y explicó lo sucedido. La policía la tranquilizó y le dijeron que localizarían la llamada.
Más tranquila, se sentó pero sonó otra vez, cogió el teléfono tranquilamente pero nadie contestaba. Muerta de miedo, insegura y temblorosa, sonó repetidamente el teléfono y con paso titubeante se acercó, descolgó y una voz dijo:
Señora, hemos localizado su llamada, la llamada proviene de su propia casa.
Teníamos dos teléfonos, el del salón desde donde hablaba ella con la policía y el otro, el de la habitación de mis padres....

http://www.pasarmiedo.com/historias/historias-de-halloween